domingo, 30 de octubre de 2011

Juan Pablo II, un mensajero y centinela de la paz



Resistencia (Chaco, Argentina), 28 Oct. 11 (AICA)

Un relicario con la sangre del beato Juan Pablo II fue entronizado el pasado miércoles 26 de octubre en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción, que se vio desbordada de fieles locales y de provincias vecinas que participaron de la misa que presidió el arzobispo de Resistencia, monseñor Fabriciano Sigampa.

La Eucaristía fue concelebrada por el clero diocesano y sacerdotes de la Congregación del Santísimo Redentor (redentoristas), quienes atienden pastoralmente ese templo de la capital provincial. En los días previos se realizó un triduo, durante el cual se impartió el sacramento de la Reconciliación.

El relicario y el certificado de expedición de las reliquias fue entregado al viceprovincial de los Redentoristas, padre Enrique Kaczocha, por el arzobispo de Cracovia, cardenal Stanislaw Dziwisz (Polonia), antigua diócesis de Karol Wojtyla.

En la homilía, monseñor Sigampa definió a Juan Pablo II como “un mensajero de la paz que recorrió el mundo, lleno de violencia y muerte, llevando precisamente la paz que nos trajo el Señor” y también como “un centinela atento que hizo oír la voz de Dios precisamente donde se quiere silenciar la Palabra de Dios”.

“Hoy, tenemos aquí entre nosotros parte de su sangre en este relicario, esta sangre que ha sido redimida por Cristo en la Cruz, por el Señor de la Divina Misericordia en ese Misterio Pascual, al que siempre recurrimos y vivimos. Es la sangre del Papa, que lo llevó a recorrer el mundo como mensajero de la paz. Esta sangre que iba con él es la vida de él en el mundo, para anunciar al mundo que necesita vivir en paz con Dios y con el prójimo”, destacó.

Tras recordar sus predicaciones a los jóvenes y sus mensajes de paz y unidad de Año Nuevo, sostuvo que la entronización de la reliquia es “un testimonio fuerte, es un testimonio que nos ayuda a nosotros los cristianos a abrir de par en par el corazón a Cristo, como lo decía él en el día que asume por primera vez el pontificado. No tengan miedo de abrir las puertas del corazón a Cristo. Y fue él el primero en mostrar que eso es así. Así vivió, así se manifestó al mundo, así lo vimos terminar sus últimos días aquí en la tierra”.

“Un hombre que hablaba todas las lenguas, no le quedó voz, un hombre que recorrió el mundo, tenía que ser transportado en una silla. Sin embargo, en esa situación, se animó a saludar a los pueblos, saludándolos no con palabras sino con gestos. Y su gran gesto era mostrarnos a nosotros la validez de la Cruz de Cristo, a la que él se aferró en aquellos tiempos. Y por eso la grandeza de su ida depende de eso, de haberse aferrado donde está la vida. Y la vida divina está en la Cruz, en la Cruz del Hijo de Dios: allí está la fuente de vida, esa vida que él vivió y nos enseñó a vivir”, explicó.

Por último, monseñor Sigampa agradeció el testimonio de amor del beato Juan Pablo II, a quien definió como un confesor que “día a día va ofreciendo su testimonio de su amor inquebrantable a Cristo y de su amor inquebrantable a la Iglesia. Es a ese hombre de Dios a quien hoy lo recordamos, lo queremos y por eso nos alegra tener entre nosotros su sangre, esa sangre que decíamos al principio, la sangre que Cristo purificó y limpió con el acto Redentor de Él en la Cruz. Y esa sangre viva que recorrió el mundo llevando a todos los hombres la paz. Que continúe hoy el Papa, de esta presencia suya, de su sangre, alentándonos a ofrecer también la nuestra por la paz del mundo”.
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