sábado, 15 de diciembre de 2012

¡Alegraos! porque el Señor está cerca...


Queridos hermanas y hermanos:

«Alegraos siempre en el Señor; os lo repito: alegraos. El Señor está cerca».

De esta apremiante invitación a la alegría, que caracteriza la liturgia de hoy, recibe su nombre el 3er Domingo de Adviento, llamado tradicionalmente Domingo «Gaudete». En efecto, ésta es la primera palabra en latín de la misa de hoy: «Gaudete», es decir, alegraos porque el Señor está cerca.

El texto evangélico nos ayuda a comprender el motivo de nuestra alegría, subrayando el gran misterio de salvación que se realiza en Navidad. El evangelista san Mateo nos habla de Jesús, «el que ha de venir» (Mt 11, 3), que se manifiesta como el Mesías esperado mediante su obra salvífica: «Los ciegos ven y los cojos andan, (...) y se anuncia a los pobres la buena nueva» (Mt 11, 5). Viene a consolar, a devolver la serenidad y la esperanza a los que sufren, a los que están cansados y desmoralizados en su vida.

También en nuestros días son numerosos los que están envueltos en las tinieblas de la ignorancia y no han recibido la luz de la fe; son numerosos los cojos, que tienen dificultades para avanzar por los caminos del bien; son numerosos los que se sienten defraudados y desalentados; son numerosos los que están afectados por la lepra del mal y del pecado y esperan la salvación. A todos ellos se dirige la «buena nueva» del Evangelio, encomendada a la comunidad cristiana. La Iglesia proclama con vigor que Cristo es el verdadero liberador del hombre, el que lleva de nuevo a toda la humanidad al abrazo paterno y misericordioso de Dios.

«Sed fuertes, no temáis. Vuestro Dios va a venir a salvaros» (Is 35, 4).

Amadísimos hermanos y hermanas al saludaros con gran afecto, hago mías las palabras del profeta Isaías que acabamos de proclamar: «Sed fuertes, no temáis. (...) El Señor va a venir a salvaros ». Estas palabras expresan mi mejor deseo, que renuevo a todos aquellos con quienes Dios me permite encontrarme en cualquier parte del mundo.

«Sed fuertes». No temáis las dificultades que se han de afrontar en el anuncio del Evangelio. Sostenidos por la gracia del Señor, no os canséis de ser apóstoles de Cristo en nuestra ciudad que, aunque se ciernen sobre ella los numerosos peligros de la secularización típicos de las metrópolis, mantiene firmes sus raíces cristianas, de las que puede recibir la savia espiritual necesaria para responder a los desafíos de nuestro tiempo. Los frutos positivos que la misión ciudadana está produciendo, y por los que damos gracias al Señor, son estímulos para proseguir sin vacilación la obra de la nueva evangelización.

«El Espíritu del Señor (...) me ha enviado para dar la buena nueva a los pobres».

Estas palabras del Aleluya reflejan bien el clima de la misión ciudadana, en la que todos los cristianos son impulsados a llevar el Evangelio a los diversos ambientes del mundo. En efecto, su esfuerzo puede convertirlo en lugar vital de colaboración, comunión y relaciones marcadas por el respeto y la estima recíproca, por la colaboración y la solidaridad, y por el testimonio coherente con los valores morales de la propia profesión. Como recuerda la Escritura: "Un hermano ayudado por su hermano es como una plaza fuerte (cf. Pr 18, 19)» (n. 6).

«Tened paciencia (...) hasta la venida del Señor» (St 5, 7). Al mensaje de alegría, típico de este domingo «Gaudete », la liturgia une la invitación a la paciencia y a la espera vigilante, con vistas a la venida del Salvador, ya próxima.

Abramos nuestro espíritu a esa invitación; avancemos con alegría hacia el misterio de la Navidad. María, que esperó en silencio y orando el nacimiento del Redentor, nos ayude a hacer que nuestro corazón sea una morada para acogerlo dignamente. Amén.

Beato Juan Pablo II
Homilía en la Santa Misa del Domingo 13 de diciembre de 1998
Fuente: El Camino de María

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