sábado, 6 de abril de 2013

Juan Pablo II y la devoción a la Divina Misericordia

La fiesta que celebramos el Domingo II de Pascua es, de entre todas las formas de la devoción a la Divina Misericordia, la que tiene mayor rango. Jesús habló por primera vez a Santa Faustina de instituir esta fiesta el 22 de febrero de 1931 en Plock el mismo día en que le pidió que pintara su imagen y le dijo: “Yo deseo que haya una Fiesta de la Divina Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer Domingo después de la Pascua de Resurrección; ese Domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia”. Durante los años posteriores, Jesús le repitió a Santa Faustina este deseo en catorce ocasiones, definiendo precisamente la ubicación de esta fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia, el motivo y el objetivo de instituirla, el modo de prepararla y celebrarla, así como las gracias a ella vinculada.

Por fin, el 30 de abril del año 2000, coincidiendo con la canonización de Santa Faustina, “Apóstol de la Divina Misericordia”, el Beato Juan Pablo II instituyó oficialmente la Fiesta de la Divina Misericordia a celebrarse todos los años en esa misma fecha: Domingo siguiente a la Pascua de Resurrección. Con la institución de esta Fiesta, el Beato Juan Pablo II concluyó la tarea asignada por Nuestro Señor Jesús a Santa Faustina en Polonia, 69 años atrás, cuando en febrero de 1931 le dijo: “Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia”.  Dicha Fiesta constituye uno de los elementos centrales del Mensaje de la Divina Misericordia según le fuera revelado por nuestro Señor a Sor Faustina.

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