sábado, 22 de octubre de 2016

22 de octubre de 1978: San Juan Pablo II inicia su pontificado

El 22 de octubre de 1978, Juan Pablo II inauguraba su pontificado, escribiendo una nueva página, que engalanaba la historia de la Iglesia y de la humanidad, con su célebre exhortación, que desde la Plaza de San Pedro dio la vuelta al mundo: «¡No tengan miedo! ¡Abran - aún más - abran de par en par las puertas a Cristo!»

El 22 de octubre de 1978 es la fecha en que el Papa polaco dio comienzo a su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Es el día en que, como nuevo Obispo de Roma, pronunció su célebre exhortación a no tener miedo de acoger a Cristo y de aceptar su dulce potestad, «potestad que no habla con un lenguaje de fuerza, sino que se expresa en la caridad y en la verdad». Lo hizo después de rogar la ayuda del Señor, con el anhelo de ser siervo de sus siervos. Y la ayuda del Pueblo de Dios al Papa y a los servidores de Cristo para servir al hombre y a toda la humanidad:

«El nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración fervorosa, humilde y confiada: ¡Oh Cristo! ¡Haz que yo me convierta en servidor, y lo sea, de tu única potestad! ¡Servidor de tu dulce potestad! ¡Servidor de tu potestad que no conoce ocaso! ¡Haz que yo sea un siervo! Más aún, siervo de tus siervos.  ¡Hermanos y hermanas! ¡No tengan miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad!  ¡Ayuden al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera!  ¡No tengan miedo! ¡Abran - aún más - abran de par en par las puertas a Cristo! Abran a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengan miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce!  Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se transforma en desesperación. Permitan, pues, —se lo ruego, lo imploro con humildad y con confianza— permitan que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!»

Y ese día pidió que se rezara por su ministerio petrino, al servicio de la Iglesia y de la humanidad. Lo hizo en varios idiomas, también en español, destacando el gran número de fieles de habla hispana en el mundo e invitando a cultivar la entrañable devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra:

«Mi pensamiento se dirige ahora hacia el mundo de lengua española, una porción tan considerable de la Iglesia de Cristo.  A vosotros, hermanos e hijos queridos, llegue en este momento solemne el afectuoso saludo del nuevo Papa. Unidos por los vínculos de una común fe católica, sed fieles a vuestra tradición cristiana, hecha vida en un clima cada vez más justo y solidario, mantened vuestra conocida cercanía al Vicario de Cristo y cultivad intensamente la devoción a nuestra Madre, María Santísima.  ¡Que el Señor esté con todos con su gracia y su misericordioso amor hacia la humanidad!» 

Juan Pablo II culminaba su primera homilía como Sucesor de Pedro dirigiéndose a todos los hombres y reiterando su exhortación a rezar por el Papa:

«Y me dirijo una vez más a todos los hombres, a cada uno de los hombres ¡y con qué veneración el apóstol de Cristo debe pronunciar esta palabra: hombre ¡Recen por mí! ¡Ayúdenme para que pueda servirlos! Amén».

Fuente: Radio Vaticana

miércoles, 12 de octubre de 2016

San Juan Pablo II a Nuestra Señora del Pilar

Los caminos marianos me traen esta tarde a Zaragoza. En su viaje apostólico por tierras españolas, el Papa se hace hoy peregrino a las riberas del Ebro. A la ciudad mariana de España. Al santuario de Nuestra Señora del Pilar.  

[…] Un aspecto característico de la evangelización en España, es su profunda vinculación a la figura de María. Por medio de Ella, a través de muy diversas formas de piedad, ha llegado a muchos cristianos la luz de la fe en Cristo, Hijo de Dios y de María. ¡Y cuántos cristianos viven hoy también su comunión de fe eclesial sostenidos por la devoción a María, hecha así columna de esa fe y guía segura hacia la salvación! Esa herencia de fe mariana de tantas generaciones, ha de convertirse no sólo en recuerdo de un pasado, sino en punto de partida hacia Dios.

El amor mariano ha sido en vuestra historia fermento de catolicidad. Impulsó a las gentes de España a una devoción firme y a la defensa intrépida de las grandezas de María, sobre todo en su Inmaculada Concepción. En ello porfiaban el pueblo, los gremios, cofradías y claustros universitarios, como los de esta ciudad, de Barcelona, Alcalá, Salamanca, Granada, Baeza, Toledo, Santiago y otros. Y es lo que impulsó además a trasplantar la devoción mariana al Nuevo Mundo descubierto por España, que de ella sabe haberla recibido y que tan viva la mantiene. Tal hecho suscita aquí, en el Pilar, ecos de comunión profunda ante la Patrona de la Hispanidad. Me complace recordarlo hoy, a diez años de distancia del V centenario del descubrimiento y evangelización de América. Una cita a la que la Iglesia no puede faltar.

[…]  No faltan investigadores que creen poder sostener que la más popular de las oraciones a María —después del “Ave María”— se compuso en España y que su autor sería el obispo de Compostela, San Pedro de Mezonzo, a finales del siglo X; me refiero a la “Salve”. Esta oración culmina en la petición “Muéstranos a Jesús”. Es lo que María realiza constantemente, como queda plasmado en el gesto de tantas imágenes de la Virgen, esparcidas por las ciudades y pueblos de España. Ella, con su Hijo en brazos, como aquí en el Pilar, nos lo muestra sin cesar como “el camino, la verdad y la vida”. A veces, con el Hijo muerto sobre sus rodillas, nos recuerda el valor infinito de la sangre del Cordero que ha sido derramada por nuestra salvación. En otras ocasiones, su imagen, al inclinarse hacia los hombres, acerca a su Hijo a nosotros y nos hace sentir la cercanía de quien es revelación radical de la misericordia, manifestándose así, Ella misma, como Madre de la misericordia.

[…]  Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero finalmente encomendarte, Virgen Santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas.

¡Dios te salve María,
Madre de Cristo y de la Iglesia!
¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra!

A tus cuidados confío esta tarde las necesidades de todas las familias de España y del mundo entero, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno de los ancianos.

Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y empeño de cuantos trabajan por el Reino de Cristo.

En tus manos pongo la fatiga y el sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su ciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad.

En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos, procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano, prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia.

Virgen Santa del Pilar:
Aumenta nuestra fe,
consolida nuestra esperanza,
aviva nuestra caridad.
Socorre a los que padecen desgracias,
a los que sufren soledad, ignorancia,
hambre o falta de trabajo.
Fortalece a los débiles en la fe.
Protege a España y al mundo entero,
a sus hombres y mujeres.
Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad.
Así sea.

San Juan Pablo II
Zaragoza - 1982
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jueves, 6 de octubre de 2016

El Papa Francisco se hizo devoto del Rosario junto a San Juan Pablo II

El testimonio le fue descrito de puño y letra por el entonces Cardenal Bergoglio a la periodista Stefania Falasca, quien escribió al respecto estas líneas en el diario Avvenire de Italia.

"Cuando Juan Pablo II murió, el 2 de abril de 2005, toda la Iglesia y el mundo entero le rindió homenaje. Su enseñanza y su persona habían dejado una huella profunda e indeleble para siempre. Una avalancha de comentarios, conmemoraciones, análisis, destacaron el valor histórico y eclesial del largo pontificado de Wojtyla.  Fue entonces que Giulio Andreotti, director de la revista "30 Giorni", para la que escribía entonces, tuvo la idea de invitarme a producir una breve memoria del Papa polaco pidiendo testimonio a los cardenales que llegaban a la ciudad para participar en el Cónclave. Así entonces tomé contacto con el cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien todavía estaba en Buenos Aires. Presenté la solicitud y cuando estuvo en Roma me dio una página escrita a mano y me dijo que la había compilado en el avión. El testimonio eran sólo unas pocas líneas, pero muy elocuente. El arzobispo argentino no paró de valorar el pontificado que acababa de terminar. Pero el breve texto entrelazaba todo con una historia más íntima, totalmente espiritual y comenzaba recordando una noche romana de años pasados…"

Cita del texto del Cardenal Bergoglio

"Si no recuerdo mal, era 1985. Una noche fui a rezar el Santo Rosario que dirigía el Santo Padre. Estaba delante de todos, de rodillas. El grupo era grande, veía al Santo Padre por la espalda y, poco a poco, me sumergí en la oración. No estaba solo. Oraba entre el pueblo de Dios al que yo pertenecía, y todos los que estaban allí, dirigidos por nuestro Pastor.  En el medio de la oración, me distraje, mirando la figura del Papa: su piedad, su devoción, ¡eran todo un testimonio! Y el tiempo se desvaneció, y empecé a imaginar el joven sacerdote, seminarista, el poeta, el trabajador, el niño de Wadowice... en la misma posición en que estaba en ese momento, orando Ave María tras Ave María. Su testimonio me impactó. Sentí que este hombre, elegido para dirigir la Iglesia, había recorrido un camino de regreso hasta su Madre del Cielo, un proceso iniciado desde su infancia. Y allí me di cuenta de la densidad que tenían las palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego: "No temas, ¿no soy acaso tu madre?" Comprendí así la presencia de María en la vida del Papa, que no dejó de testimoniar ni un instante. Desde entonces recito todos los días los quince misterios del Rosario".

En el punto 17 de la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", San Juan Pablo II, expresa que "La Virgen del Rosario continúa su obra de anunciar a Cristo".  El siguiente es el texto completo de dicho punto:

"...El Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización, en el que el misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Es una presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el rezo del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos para una meditación eficaz, se da, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra de anunciar a Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración ha sido utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del rosario con la fe de quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador..."