martes, 30 de mayo de 2017

María en la Visitación

"...Es siempre sugestivo este momento de fe y devoto homenaje a María Santísima con que concluye el mes de mayo, mes mariano -expresó  San Juan Pablo II en la Audiencia General del 31 de mayo de 2000-. Habéis rezado el Santo Rosario caminando hacia esta gruta de Lourdes, que se encuentra en el centro de los jardines vaticanos. Aquí, ante la Imagen de la Virgen Inmaculada, habéis depositado en sus manos vuestras intenciones de oración, meditando en el misterio que se celebra hoy:  la Visitación de María Santísima a Santa Isabel.

En este acontecimiento, se refleja una "Visitación" más profunda:  la de Dios a su pueblo, saludada por el júbilo del pequeño Juan, el mayor entre los nacidos de mujer (cf. Mt 11, 11) ya desde el seno materno. Así, el mes mariano concluye bajo el signo del "gaudium", segundo misterio "gozoso", es decir, de la alegría, del júbilo..." 
San Juan Pablo II

domingo, 21 de mayo de 2017

María, Madre del Divino Amor

Salve, oh Madre, Reina del mundo.
Tú eres la Madre del Amor Hermoso,
Tú eres la Madre de Jesús, fuente de toda gracia,
el perfume de toda virtud,
el espejo de toda pureza.
Tú eres alegría en el llanto, esperanza en la muerte.
¡Como dulce sabor tu nombre en nuestra boca,
como suave armonía en nuestros oídos,
como embriaguez en nuestro corazón!
Tú eres la felicidad de los que sufren,
la corona de los mártires,
la belleza de las vírgenes.
Te suplicamos que nos guíes, después de este destierro,
a la posesión de tu Hijo, Jesús.
Amén.
"...En este día del mes de Mayo, junto con todos vosotros, también yo he querido venir en peregrinación a este lugar bendito, para arrodillarme a los pies de la imagen milagrosa, que, desde hace siglos, no cesa de dispensar gracias y consuelo espiritual, y para dar así comienzo solemne al mes mariano, que en la piedad popular encuentra expresiones sumamente delicadas de veneración y afecto hacia nuestra Madre Dulcísima.

La tradición cristiana, que nos hace ofrecer flores, ramilletes y piadosos propósitos a la Toda-hermosa y Toda-Santa, encuentre en este Santuario, que sugiere en medio de la campiña romana, rica de luz y verdor, el punto ideal de referencia en este mes consagrado a Ella.

Tanto más que Su Imagen, representada sentada en el trono, con el Niño Jesús en sus brazos, y con la paloma descendiendo sobre Ella, como símbolo del Espíritu Santo, que es precisamente el Divino Amor, nos trae a la mente los vínculos dulces y puros que unen a la Virgen María con el Espíritu Santo y con el Señor Jesús. Flor nacida de Su Seno, en la obra de nuestra redención.

Cuadro admirable, ya contemplado, en una evocación lírica, por el mayor poeta italiano cuando hace exclamar a San Bernardo: "En Tu Seno se enciende el Amor por el que caldeada en la eterna paz ha brotado así esta Flor." (Paradiso, 33, 7-9)..."

San Juan Pablo II Santuario del Divino Amore. 1 de mayo de 1979

domingo, 7 de mayo de 2017

Oración a Jesús, el Buen Pastor

Buen Pastor, enseña a los jóvenes aquí reunidos; enseña a los jóvenes de todo el mundo lo que significa «dar» su vida mediante la vocación y la misión. Como enviaste a los Apóstoles a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra, lanza ahora tu desafío a la juventud de la Iglesia para que cumpla la gran misión de darte a conocer a cuantos aún no han oído hablar de Ti. Da a estos jóvenes la valentía y la generosidad de los grandes misioneros del pasado, de suerte que, a través del testimonio de su fe y su solidaridad con todos sus hermanos y hermanas necesitados, el mundo descubra la verdad, la bondad y la belleza de la vida que sólo Tú puedes dar.

Enseña a estos jóvenes a hacer buen uso de su libertad. Enséñales que la mayor libertad consiste en entregarse totalmente. Enséñales el significado de tus Palabras: «El que pierda su vida por Mí, la encontrará» (Mt 10, 39).

Por todo esto, Buen Pastor, te amamos. Los jóvenes aquí reunidos te aman porque aman la vida, el don del Creador. Aman su vida humana como el sendero por el que pasarán en medio de este mundo creado. Aman la vida como tarea y como vocación.

Y aman también la otra vida que el Padre eterno nos ha dado por medio de Ti: la vida de Dios en nosotros, el mayor regalo que nos has dado.

Tú eres el Buen Pastor. Y no hay ningún otro.

Has venido para que tengamos la vida, y la tengamos en abundancia. La vida, no sólo a nivel humano, sino también en la medida del Hijo, el Hijo en el que el Padre se complace eternamente.

Señor Jesucristo, te damos gracias por haber dicho: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10).

Los jóvenes de esta Jornada mundial de la juventud te dan las gracias desde lo más profundo de su corazón.

San Juan Pablo II.
Vigilia de Oración con los jóvenes. Cherry Creek State Park de Denver. Sábado 14 agosto 1993.

lunes, 1 de mayo de 2017

Mayo es el Mes de María

Mayo es el mes que la piedad popular ha consagrado de modo especial al culto de la Virgen María.

Al hablar de San José y de la Casa de Nazaret, el pensamiento se dirige espontáneamente a Aquella que, en esa Casa, fue durante años la esposa afectuosa y madre tiernísima, ejemplo incomparable de serena fortaleza y de confiado abandono. ¿Cómo no desear que la Virgen Santa entre también en nuestras casas, obteniendo con la fuerza de su intercesión materna, como dije en la Exhortación Apostólica "Familiaris consortio", que "cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una 'pequeña Iglesia', en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo"? (n. 86)"

Para que esto suceda, es necesario que florezca nuevamente en las familias la devoción a María Santísima, especialmente mediante el rezo del Santo Rosario. El mes de mayo, puede ser la ocasión oportuna para reanudar esta hermosa práctica que tantos frutos de compromiso generoso y de consuelo espiritual ha dado a las generaciones cristianas, durante siglos.

Que el Rosario vuelva a las manos de los cristianos y se intensifique, con su ayuda, el diálogo entre la tierra y el Cielo, que es garantía de que persevere el diálogo entre los hombres mismos, hermanados bajo la mirada amorosa de la Madre común.

San Juan Pablo II        
1 de mayo de 1982